jueves, 1 de enero de 2009

Entrevista a Pedro Inoue

Mandala "7 Sisters", 2007.

Detalle de la mandala "7 Sisters", 2007.

Mandala "Long Live Terror", 2007.

Detalle de la mandala "Long Live Terror", 2007.

Hace algunos meses escribí un breve texto en este blog sobre el diseñador brasileño Pedro Inoue. A finales de septiembre le hice una entrevista que publicó ahora. Es un poco larga pero espero que os guste.

¿Dónde estudiaste?
Realicé mis estudios en la Universidad de Mackenzie en Sao Paulo, a finales de los años noventa. Las facultades de diseño de Brasil en esa época estaban bastante anticuadas y dirigidas al mercado de trabajo, con un contenido muy comercial. Yo discutía mucho con todos los profesores e incluso regañé con algunos. Tenía que trabajar para pagarme la carrera y después de dos años y medio dejé la Facultad pues me sentía desilusionado y estaba aprendiendo mucho más con la práctica. Tuve dos profesores que eran buenos artistas plásticos.

Brasil es ahora un país muy atractivo para los amantes del diseño, ¿por qué trabajas en Londres?
En realidad volví a Brasil al final del año pasado. He vivido siete años fuera, trabajando para Jonathan Barnbrook, Marcus Allion & Elle Kawano en Barnbrook Design en Londres. Mi aprendizaje en diseño se construyó por completo en esos años en Londres. Aprendí también muchas cosas que quedan fuera del diseño y considero que mucho más interesantes que este. Aprendí a colaborar con las personas en lugar de trabajar para las personas, a hacer aquello en lo que creo y a tratar de luchar por lo que mi corazón me dice todos los días, haciendo de eso una filosofía en lugar de un objetivo.
Volver a Brasil ahora ha sido un desafío muy grande. Tengo que readaptarme y volver a aprender una serie de hechos de mi país. Volver a entender la política absurda y corrupta, la falta de límites, el exceso de pobreza y riqueza, la gigantesca desigualdad social, la falta de conciencia por el acumulo de dinero, la explotación de los bienes naturales y de los seres humanos, etcétera. Pero, al mismo tiempo, me fascinan las raíces de los árboles gigantes tomando las calzadas de las calles, la cantidad de luz o el contraste de todo, los insectos y moscas tomando los rincones por todos los lados, la trepadora de mi jardín que, después de dos semanas, sin percibirla entró por mi ventana y ya amenaza a mi ordenador.

¿Podrías contarnos algo sobre tu colaboración con Jonathan Barnbrook?
Veo nuestra historia, la mía y de Jonathan, como algo muy especial. Al comienzo del año 2001 fui a Fabrica, en Treviso (Italia) para una estancia. Quedé muy decepcionado con el lugar y decidí probar otra opción. Llamé a Jonathan porque lo conocí en Brasil en 1998, cuando fue a dar una conferencia a Sao Paulo. Fue muy amble y me abrió las puertas de su estudio para una prueba de dos semanas. Recuerdo que cuando llegué, llevaba conmigo el libro No logo de Naomi Klein, que acababa de leer. Lo que parecía ser un interés común por la política del diseño, el consumismo, los manifiestos anti-capitalistas, se transformó en una colaboración personal muy intensa al final del primer año, cuando cayeron las torres gemelas.
Hice un estudio visual sobre el 11 de septiembre y lo dibujé. A Jonathan le gustó mucho lo que vio y comenzamos a trabajar juntos, pasando y repasando el trabajo para llegar a un resultado único. A partir de ahí, colaboramos e hicimos exposiciones en Seúl, Tokio, Londres, París y Estados Unidos, siempre con el tema político o con trabajos personales criticando la guerra de Afganistán, la invasión ilegal de Irak o la guerra del terror contra el terror.

¿Qué significa la palabra utopía para ti?
Utopía es el imposible que busco siempre, por todos los rincones, en todas mis anotaciones, en mis papeles y listas interminables. El otro día estaba haciendo una lista de cosas para cocinar y coloqué, en medio del tomate y la pasta, la palabra utopía. De repente, ¿la encontramos en los supermercados?
Otro día, tomé un libro de Eduardo Galeano, pues tenía la certeza de que había leído algo sobre esa palabra. Sin querer, lo abrí en una página que decía: “Hace pocos siglos, se decía “recordar” para significar despertar y la palabra se usa todavía en ese sentido en algunas regiones de América Latina. La memoria despierta es contradictoria, como nosotros. Nunca está quieta y, como nosotros, va cambiando. No nace para ser ancla. Tiene, antes, una vocación de catapulta. Quiere ser un punto de partida, no de llegada...”

¿Cuál es, para ti, el compromiso social del diseñador gráfico?
Creo que el papel de un diseñador gráfico contemporáneo es completamente diferente al de un diseñador que se formó diez o veinte años atrás. El mundo ha cambiado mucho y no es posible seguir impulsando valores que no se aplican a la realidad actual.
Cuando Jonathan Barnbrook hizo sus primeros trabajos contra la guerra en 1992, eran una novedad (en aquella época) emplear el diseño gráfico para cuestionar problemas mayores. Tibor Kalman, Adbusters y otros marcaron aquella época como un reinicio moderno de la protesta visual, del uso de la comunicación visual para hablar de problemas que realmente importan al mundo.
Hoy en día, llevar a cabo protestas visuales ya forma parte de los curricula escolares. Adbusters se discute en la clase; todo esto ya ha entrado a formar parte de un diseñador. Creo que hacer un cartel sobre Darfur ya no es suficiente. Ahora, el papel de un diseñador va mucho más lejos de un simple poster. Y debemos, -utilizando las puertas abiertas por generaciones pasadas-, criticar y discutir en nuestra profesión y en el mundo problemático y caótico actual. Hacer dinero no es suficiente. El “hacer” dinero acaba volviéndose nuestra única disculpa para no cuestionarnos nuestra conducta como profesionales y ciudadanos, dejando de asumir nuestra responsabilidad en la creación del mundo en que vivimos.
¿Es posible introducir valores éticos en el mundo comercial?
Detrás de todo siempre hay un interés, y partiendo de este punto de vista, es casi imposible que el comercio, el capitalismo, tengan un lado humano. Todas las iniciativas que comenzaron siendo pequeñas, con valores honestos y justos, acaban siendo asumidas por el sistema capitalista, se corrompen y se convierten en una pieza de una gran maquinaria. Tengo todas las razones y ejemplos del mundo para no creer en una salida dentro del sistema. Sin embargo, a pesar de lo que acabo de comentar, tengo que decir que soy un optimista. Creo que en la creación, en la vida... y pienso que habrá alternativas para construir futuros diferentes, ya sea readaptándolos o recreándolos.

¿Podrías contarnos algo sobre tus “brand mandalas”?
Mis mandalas son una respuesta visual al capitalismo y su manera de manipular a través de las imágenes. Mi madre siempre fue seguidora del Budismo tibetano, y crecí rodeado de imágenes tibetanas, de armonía existencial, de nirvana, de iluminación. Esas imágenes siempre hablarán conmigo en un tono sagrado, en un camino de mi trabajo personal. Saboteé esas imágenes, las miné con intereses personales, creando una mentira visual que atrae al espectador. Cuando percibe lo que está mirando, cuando se acerca a la obra, ya es demasiado tarde, ya ha sido conquistado.
Son pequeños infiernos adornados, que cuestionan el poder de la belleza sencilla, de la superficie, y pretenden socavar al capitalismo no por destrucción sino por acumulación.

¿Qué es remembertibet.org?
Para quienes no lo saben, “Remember Tibet” es una iniciativa mía y de Jonathan Branbrook, para cuestionar la ocupación del Tibet por China y dar voz y apoyo a la resistencia pacífica, una de las pocas que quedan actualmente.
Esa iniciativa fue una continuación de nuestras colaboraciones políticas, después de que marché para Brasil. Lo hicimos todo por e-mail y chat y tengo que confesar que fue extraño pero interesante. La idea fue lanzar un movimiento durante los Juegos Olímpicos de Beijing y ahora queremos enfocar el tema a más largo plazo, tal vez implicando a las escuelas, mediante workshops, pero esto no está todavía definido.

Los trabajos no comerciales de Pedro Inoue pueden verse en:
http://www.terror-mon-amour.com/

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